miércoles, 4 de enero de 2012

Devil makes three

Ponme otro.

No, la verdad es que no se porque me molesto.
De veras.
Mira, hasta el reflejo del wiski en el mármol de la barra tiene el mismo color del fracaso que la luz que se refleja en la piel de su cráneo. Si se pudiera estrujar esa luz danzante entre los dedos seguro que sería humeda y pegajosa, como el sudor.
Y si lo tuviera que definir con una palabra... Puede que fuera hastío. Si.
Si, si.
Recuerdas cuando fue que jugamos a buscar sinónimos?
Al final todos tenían un matiz sutilmente distinto, pero para nada relevante.
Y qué más da?
Tu lo sabías,
yo lo sabía.
Todos lo sabíamos.

Gracias Jack.

No, no. No soy una jodida catastrofista. Tu te acuerdas de cuando los pálpitos no existían? No claro, imposible. Te has dado tantas leches que no te acuerdas. 

Tres. Ese es el número. No, no. En serio. El destino. Es la emperatriz, es mi olor, está garabateado en algún pliegue de su cuerpo.

Tres. Es el número de cosas que van por delante de mi: sexo, drogas, rock’n roll.

Y aun así aquí seguimos. Con los riñones cansados de agacharnos para atarnos los zapatos sentados cada noche en una cama distinta. Que te voy a contar a ti.





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